#005


Le doy la espalda al viento,
y como le jode,
intenta ponerme el pelo en la cara.
El muy cabrón lo consigue...
Los cuatro, cinco o más pelos rebeldes
que se sueltan de mi moño con facilidad
me golpean el rostro.
Y me he acordado de ti.
Jodido viento...
Tan pronto como se los lleva,
te vuelve a traer los recuerdos
a la puerta de la memoria.
Me he acordado de ti, sí..
Como me podría haber acordado
de cualquier otra persona
-supongo...-,
pero te ha tocado,
así que, nuevamente
vuelvo a escribirte.

Como me gustaría compartir este lugar contigo;
sentir tus pies entre la arena,
volver a escuchar tu voz,
acariciarte,
que me acaricies...
Hacerme la valiente
al meterme al agua helada
y reírme al ver la cara
que se te pondría nada más poner un pie en ella.
Embadurnarte de arcilla,
dormir abrazada a tu espalda en
la sobra de los pinos,
llevarte a ese faro que tan pocos conocen...
Tendríamos mil cosas que hacer,
ya lo ves.
Así que no dudes que algún día,
no muy lejano,
podremos disfrutarlo juntos.

Marina Reche.

#004



Ya es de día.
He vuelto a amanecer sin ti y las sábanas están frías, como cada mañana
desde que marchaste.
Joder, tendrías que ver mis ojeras. A penas he dormido tres horas desde que mi mente se rindió y dejó de pensarte.
 Aun así esta noche como en otras mil más, has seguido invadiendo mis pensamientos a tu antojo; entrando por la puerta de las pesadillas mientras yo dormía, y en la oscuridad de la noche te has acurrucado al lado mío y con sigilo, me has ido abrazando hasta dejarme sin respiración.
Parecía bonito en un principio pero luego... -hay que joderse-, hasta en sueños has optado por dañarme.
Entonces me he dado cuenta de que eres más ácido que el limón y que me sientas como una patada en el estómago.
Por eso esta tarde he salido al balcón y con los últimos rayos de Sol golpeándome la cara y la luna asomando tras la montaña, le he prometido al viento
que no susurraré más tu nombre.
Así que... Buen viaje.
Y no vuelvas.

PD: ¿Como te llamabas?

Marina Reche.

#003



No me digas que no te acuerdas
de aquel día en el que hasta el Sol,
moría por tocarte.
Estabas radiante...
Incluso más que él.
Aunque arrastraras las ojeras de una mala noche
y vistieras a desconjunto
con lo primero que encontraste en tu armario.

A pesar de eso,
no pude evitar cegarme cuando te vi aparecer al doblar la esquina
y me regalaste una de tus preciosas sonrisas.
Créeme,
una ceguera placentera...
En ese momento no me importó,
pues pensé que te tendría eternamente.
Pero hoy ya no estás,
y yo ya no quiero rozar otro cuerpo que no sea el tuyo,
no quiero sentir por mi cuello
otro aliento que no sea el que sale de tu boca.

Y es que, con esta ceguera,
tengo miedo a lo desconocido,
y no hay nada más conocido
que el recorrido de tu cuerpo.
Sé el punto de tus cosquillas flojas,
conozco el lunar que tienes bajo el pecho
y que es tan irresistible...
Sé como y cuando abrazarte
para hacer que te estremezcas,
sé que te sienta mal el melón,
y que si hago café por la mañana,
me comes a besos.

A todo esto,
ya me han dicho que no tengo cura.
Así que...
¿Por qué no vienes con toda tu ternura,
y me abrazas por la espalda?
Sí, te echo de menos.
Pero ya te lo he dicho entre líneas,
no me hagas repetirlo...

¿Que no te das cuenta?
Te quiero comer otra vez
de los pies a la cabeza,
y pararme en tu oreja,
para hacerte cosquillas...
Que día y noche
tengo ganas de ti.
Y mi corazón sigue ciego,
latiendo con la esperanza de verte de nuevo,
aparecer por la puerta.

Marina Reche.

#002



Entablo conversación de miradas con la luna llena 
que me alumbra con su belleza 
vestida de gala, 
a través de la ventana del vagón 
en el que apenas hay cuatro gatos. 

Gatos pardos que al igual que yo, 

prefieren la compañía de la luna.
Y ella, con menos tacto que tú, 
me dice que cómo he sido tan tonta de haberte dejado ir, 
sin antes decirte todo lo que me haces sentir.

Que me quiero morir, 

cuando estás a más de dos centímetros de mi.
Que te quiero cerca, 
muy cerca.
Y estás lejos, 
tan lejos que no te siento en la distancia...

Marina Reche.

#001



Llevo la música en mis oídos
al volumen justo para que nadie más pueda oír
estas canciones que me recuerdan a ti.

El libro de Bécquer sigue abierto encima de la mesita
y yo, no dejo de derramar tinta
por los bordes del papel,
haciendo pequeños dibujos sin sentido
que acabarán invadiendo todo lo escrito.
Al igual que derramo las lágrimas sobre mis mejillas
y éstas, acabarán invadiéndome el alma.

Quizás llevo demasiado tiempo
en la penumbra de estas cuatro paredes
echándote de menos.
Por eso, he decidido emprender un viaje,
cogiendo un tren que me lleve al culo del mundo,
y así perderme.

Tal vez allí me encuentre...

Marina Reche.