#079

 Hay mañanas que abro los ojos y quisiera no existir. 
Abro los ojos aun deseando coser mis párpados. 
Los abro porque los tengo, ¿suerte o desgracia? 
Los ojos digo. Bueno, y los párpados también. 
Abro los ojos y la gente ya ha iniciado la marcha. 
6 am y ya ha iniciado la marcha. 
Van en cuarta y yo en primera o incluso marcha atrás. 


Hay mañanas que mi cuerpo 
se despierta encadenado al colchón, 
que el sol por más que brille no ilumina.
Mañanas en las que decidiría ser la piedra 
que se desprende en de un barranco. 
Pero me levanto, 
y me imagino despertando en mitad de una montaña. 
Respiro e imagino que el aire es limpio
y los pulmones se dilatan 
con la falsa sensación de una amplitud hidratada. 
Falsa amplitud hidratada… 
Pero se dilatan. 
¿Suerte o desgracia? Los pulmones digo.


Respiro y bajo el aire a la barriga. 
Luego si necesito mucho, suben los pulmones.

Todas las noches.

#078

Toma mis brazos cuando el mundo gire demasiado rápido y necesites parar.


Toma mis brazos para reposar en ellos.


Aquí tienes, mis brazos;

para cuando la piel se te quede grande y quieras dormir a oscuras.


Aquí tienes, dispuestos a sostenerte,

mis brazos.


Mis brazos esperando a ser hogar.




Gracias, te amo.


Sol que calma mi piel, 


tempestades y lloviznas que salpican en lo profundo 


y retumban diciéndome algo. 


Aprendo, 


de observarte y escucharte tanto aprendo. 


Dichoso cuerpo tan humano, natural, 


cargado de luz albergas un dios. 


Tú en todas tus tonalidades. 


Tú en verde, tú en rojo. 


Dios, cómo te quiero. 


Te quiero tanto como te amo, 


como te admiro, a partes iguales todo tu ser, 


desde la frente hasta los dedos gordos de los pies. 


Gracias, por elegirme cada día para acompañarte, 


regalo del universo. Tú, naranja luminoso, 


azul de las profundidades. 


Tienes sillón estable aquí a mi lado, 


azotea jovial y un jardín 


bastante más chiquito del que imaginas (quizás), 


pero suficiente para revolcarme contigo.