Gracias, te amo.


Sol que calma mi piel, 


tempestades y lloviznas que salpican en lo profundo 


y retumban diciéndome algo. 


Aprendo, 


de observarte y escucharte tanto aprendo. 


Dichoso cuerpo tan humano, natural, 


cargado de luz albergas un dios. 


Tú en todas tus tonalidades. 


Tú en verde, tú en rojo. 


Dios, cómo te quiero. 


Te quiero tanto como te amo, 


como te admiro, a partes iguales todo tu ser, 


desde la frente hasta los dedos gordos de los pies. 


Gracias, por elegirme cada día para acompañarte, 


regalo del universo. Tú, naranja luminoso, 


azul de las profundidades. 


Tienes sillón estable aquí a mi lado, 


azotea jovial y un jardín 


bastante más chiquito del que imaginas (quizás), 


pero suficiente para revolcarme contigo.